Conoce tu cuerpo y conocerás tu alma...
Es evidente que existe un tiempo de búsqueda espiritual en todos nosotros, donde intentamos escrudiñar el sentido de la vida, sí somos las personas que queremos ser y sí tenemos la vida que realmente deseamos.
Este momento de reflexión que subyace en la madurez permite verificar los errores contraídos en la vida, depura nuestras emociones y crea pensamientos diferentes, alternativos, capaces de crear futuros diferentes de los que realmente nuestras vidas hasta ese momento nos proyectaban.
Este estado de madurez implica cambios físicos que sin embargo sin ser tan destacados o visibles como los de la pubertad y adolescencia, son si cabe de mayor envergadura y contribuyen a un proceso que vamos a tratar de explicar cuya función es la de recalibrar los sistemas corporales con el nivel de energía vital que por la forma de vida se ha contraído en nuestro campo energético.
Hasta ahora esta parte nuestra más espiritual la hemos interpretado o definido como personalidad, carácter, o campo psicológico de acción, y aunque forman parte de este proceso debemos entender la profundidad de este estado de transición que comienza en la madurez.
Entre los 36 y los 48 años de edad física nuestro cuerpo experimenta un proceso como decía de alineamiento o recalibrado entre lo humano y lo divino, entre nuestra psiquis y nuestros sistemas corporales que mantienen la salud de nuestro cuerpo y estado físico.
Somos animales sentimentales, a diferencia del resto de animales cuyo proceso de evolución es promover los instintos primigenios de reproducción y supervivencia de la especie, los seres humanos como especie tenemos como proceso evolutivo relacionarnos más allá de dichos instintos y entendernos y coexistir a través de nuestros sentimientos.
Nuestros sentimientos son duales, de sufrimiento o de felicidad, cuando hay sufrimiento se produce la ausencia de amor o armonía y todo lo que somos se desequilibra. Pero cuando nuestros sentimientos son de felicidad, nos sentimos en armonía con la vida, en amor y todo lo que somos se vuelve a equilibrar. ¿Pero qué es lo que se desequilibra o se equilibra en nosotros?
Todo lo que hacemos es precedido por un pensamiento de acción, un pensamiento creativo basado en todo lo que somos; todo lo vivido y sentido es contenido en cada una de nuestras acciones y por lo tanto lo que experimentamos es lo que necesitamos a cada momento para crear la evolución y mejoría de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu.
Nuestro cuerpo físico produce un proceso bioquímico en el sistema endocrino precedido por esas formas de pensamiento que poseemos y que recalibra los órganos vitales para absorber de forma psicosomática los resultados de nuestras acciones. Los sistemas corporales principales absorben información vital, energética o de luz.
El sistema sanguíneo contiene las emociones o resultados de las experiencias vitales. El sistema respiratorio contiene las formas de pensamiento que la mente ha desarrollado con el paso del tiempo y como consecuencia de lo vivido. Él sistema depurativo contiene las formas de sufrimiento o el error que existe en tu vida, con el cual aún convives y que es fruto de emociones de dolor que están retenidas o reprimidas.
El sistema nervioso central acumula la información de lo vivido que llamaremos recuerdos o memoria. Está íntimamente relacionado o conectado con los lóbulos temporales del cerebro y a través del sistema límbico nos induce a tomar decisiones a través de la acción vital que mejoren el error contenido en el sistema depurativo.
El sistema tegumentario, nuestra piel y cabello, sólo contiene información del momento presente y es un receptor cuya capacidad o ciclo de absorber información es de aproximadamente unas doce horas, a partir de este tiempo todo lo que este campo físico-energético absorbe pasará al resto de los sistemas corporales anteriormente mencionados. Conocer nuestro cuerpo es conocer la vida, el universo y la estructura de orden que crea la realidad.
De este modo es como nuestro cuerpo energético entra en línea con el cuerpo físico.
Una vez este se ha equilibrado con la realidad y va conteniendo la información de lo vivido en los órganos y los diferentes sistemas corporales, nuestro humor, personalidad o carácter tiende a modificarse debido a la acción bioquímica. Nuestro cuerpo nos está literalmente hablando, su diálogo bioquímico pretende alterar nuestras emociones o nuestro campo psicosomático. Así es como sabemos lo que nos hace sufrir o lo que nos da felicidad y armonía.
Percibir las emociones es un indicador de que el cuerpo álmico o espíritu va a entrar en acción o debería, es decir, la cualidad emotiva que como seres humanos poseemos nos permite hacer lo más divino que conocemos, ser creadores de realidades, nos permite cambiar a voluntad nuestras vidas y darles un rumbo completamente diferente.
Con este proceso de madurez se crea todo un cambio vital, donde nuestro cuerpo está más alineado con nuestra personalidad, de tal modo que se vuelve más sensitivo y por lo tanto creará síntomas, cambios de humor, dolores o enfermedades para que sepamos que nuestra realidad no nos satisface. El recurso de la enfermedad es en la madurez la virtud del cuerpo físico para darnos la oportunidad de mejorar nuestras vidas y llevarlas a un estado activo de plenitud y felicidad.
En este tiempo las emociones y las formas de pensamiento se depuran, nos conocemos mejor y sabemos lo que queremos o no de la vida, lo que ocurre la mayoría de las veces es que no nos atrevemos a cambiar esas realidades malhadadas, sin embargo si escuchásemos esa voz interior que barrunta de forma constante en nuestra mente y le hiciésemos caso, seguramente todo nos iría mejor.
Nuestro cuerpo sería más vital y este hecho nos daría un mejor humor, un vigor o alegría que invitan a vivir y sentir la vida, una sensación de desapego y valentía, un atrevimiento que deshecha el miedo, la frustración o la desídia.
La madurez es la cualidad de saber y conocer los deseos más profundos de uno mismo y tener el arrojo o valentía de manifestarlos, vivirlos, expresarlos y sentirlos para darte cuenta de que es lo importante de la vida, de cuál es realmente el sentido de vivir y de sí estas o no en el camino correcto, por qué sino no, no te queda otra forma de ser que madurar...
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