Los cuatro Reyes Magos de Oriente...

Cuenta una preciosa historia que hace ya más de dos mil años nació un ser cuyo linaje descendía de reyes y estaba llamado a ser el libertador de un gran pueblo, su nombre Yashua Ben Yosef, para nosotros Jesús de Nazaret. Y la historia continua diciéndonos que el mismo día de su nacimiento acudieron tres reyes magos atraídos por una antigua profecía que las estrellas marcaban en la bóveda celeste; que provenían de lugares lejanos, que sus nombres eran Malgalath, Galgalath y Serakin. Y que portaban cada uno de ellos tres presentes para aquel rey de reyes que acababa de nacer, a saber: Oro, incienso y mirra.

El tiempo a pasado, las crónicas de la época fueron escritas tiempo más tarde y en función de los poderes religiosos y políticos fueron reescritas para agradar y contener a la plebe. Sin embargo está preciosa historia es una alegoría de cómo funcionan nuestros campos de energía vital, de como nuestro cuerpo de Luz y el alma crean la realidad que la mente proyecta y de como es que vivimos.

Lo que la historia no cuenta es que realmente fueron cuatro los reyes magos, y que este último le llevó agua del Eufrates y del Tigris. los regalos son también otra alegoría el agua significa la pureza, la flexibilidad y la transparencia como el cristal. Por lo que diríamos que este presente lo conectaba con su alma. Así mismo el oro nos hablan del cuerpo mental, el incienso del cuerpo emocional y la mirra del cuerpo físico. 

Ahora que ya estáis bastante sorprendidos o escépticos dejadme que continúe la explicación de esta enseñanza mística.

Para dar a conocer tu expresión vital, tu parte interior, está debe recrearse a si misma. Es por eso que la consciencia necesita de la materia para recrear su creación, sea esta cual sea. Pero es importante observar que cada recreación vital de nuestro yo interno tiene un principio, un núcleo o esencia de carácter personal propio, único y que genera nuestras relaciones y vivencias reflejando en los demás lo que nosotros mismos somos.  

Cada persona que comparte contigo el camino, refleja aspectos de ti mismo para que te conozcas mejor, en algunas verás defectos y en otras virtudes y así serán para ti convenientes o inconvenientes pero no olvides que son aspectos de tu yo interno reflejado en la vida. Así es como puedes reconocer el punto evolutivo en el que te encuentras, pero además debes de saber que tu reflejo es una composición alegórica de todo los planos de la realidad con los cuales interactuas y que son de carácter limitante, o finitos en su información.

Poseemos tres cuerpos limitantes o finitos, que al saturarse de información se corrompen causando cada uno de ellos la saturación, el sufrimiento y la llegada de la enfermedad. Estos tres cuerpos limitan la capacidad de expresión de lo que realmente eres, un alma en proceso de descubrimiento de si misma y de las posibilidades de acción que está alberga para la vida.

Por lo tanto es útil saber como trascender la realidad de estos cuerpos para llegar al cuerpo infinito o cuerpo de campo unificado, el agua que Jesús recibió del Eufrates y el Tigris. Sin más dilación diremos que los cuerpos limitantes son el cuerpo físico, la mirra; el cuerpo mental, el oro; y el cuerpo emocional, el incienso. 

Veamos pues sus limitaciones, y sus funciones:

Mirra:
El cuerpo físico limita nuestra vida, la hace posible sólo en el plano de la materia y nos dota de principio y final de nuestra encarnación, desde el nacimiento hasta la muerte física. Es de carácter electromagnético formando una red de atracción que condensa a su alrededor el cuerpo mental y el cuerpo emocional, además de condensar la cantidad de materia necesaria para promover nuestras vidas. 

Por lo tanto la función de nuestro cuerpo físico es la comunicación de lo que realmente somos, sentimos o pensamos.

Oro:
El cuerpo mental es un campo de proyección que trabaja con la dimensión del tiempo pero está basado en el espacio o materia, concretamente en la polaridad que generan nuestros hemisferios cerebrales y que pueden ser de tipo lógico o analítico y por lo contrario de tipo emotivo o expresivo. Esto nos limita en cuanto a la toma de decisiones que estará basada en la dualidad, por lo que siempre tendremos dos posibilidades como mínimo de hacer las cosas, y si las haces de una manera nunca sabrás que habría ocurrido si lo hubieras hecho de forma contraria. Genera lo que conocemos como el Karma. Crea en nosotros la diferenciación del resto de seres humanos y hace crecer el ego. Sin embargo el cuerpo mental crece en este lance pues adquiere conocimiento, es decir recuerdo y memoria de lo vivido.

La función de la mente es la proyección y la percepción de la realidad, y la función del ego es la creación.
 
Incienso:
El cuerpo emocional nos limita creando el concepto tan arraigado del bien y del mal. Es tan personal que es de carácter subjetivo. Cada cual tiene su visión particular de lo que es bueno o malo en función de lo que ha vivido, dependiendo de la información que cada uno maneja puede ver las cosas de diferente manera.
Aún así el cuerpo emocional nos permite balancear el Karma de la vida, pues las sensaciones o emociones recibidas por la acción del ego en cada experiencia vuelven para analizarse y filtrarse junto con el cuerpo mental para discernir más allá del bien y del mal; y para poder encontrar nuestra medida de paz.  

La función de las emociones es la comprensión.


Agua del Eufrates y del Tigris:
A diferencia de estos tres cuerpos limitantes, tenemos un cuerpo o campo de acción ilimitado que básicamente conocemos como espíritu. Podríamos decir que contiene la voluntad del Creador, es decir la voluntad de evolucionar y ampliar la consciencia de la realidad, para ello nuestras células replican la información y la llevan al ADN, cuyo fin es absorber todas las informaciones que recibimos en nuestra alma después de experimentar en la vida. De este modo se cargan en el ADN los sucesos ocurridos creados por nuestras decisiones basadas en la proyección de la mente, las emociones que dichas experiencias nos proporcionaron y el resultado obtenido, que si es neutro o feliz nos da regeneración y nos vivifica y si es sufrido crea patrones de enfermedad. 

Todo ello para poder ser traspasadas a nuestra descendencia, de generación en generación, y mejorar como raza, como seres humanos y como almas. Por eso aunque tenemos la muerte física la información no muere, se traspasa por la mitosis celular y así se crea la inmortalidad o la memoria única y circular de la realidad. 

El campo unificado o espíritu no tiene como vemos voluntad propia sino una serie de informaciones congénitas que crearán quienes seremos en la vida. Piensa por un instante que diferente es la vida en un lugar u otro del planeta y porque unos nacen en un determinado lugar y otros en otro. Como decía Jesús: "...Hasta los pelos de tu cabeza están contados..."

Por lo que el espíritu tiene un propósito común que en el sánscrito induísta es conocido como dharma, que significa la utilidad o el propósito de toda vida. 

La función del espíritu es la aceptación y la gratitud de la vida. La vida no se puede superar la vida te supera, y es cuando estos cuerpos se llenan de las informaciones que hemos de verificar para llegar a crear una realidad ordenada. Cuando esto ocurre los cuerpos se convierten en limitantes y entonces llega la saturación de la mente, el sufrimiento emocional y la enfermedad física. Pero si aceptas este hecho dejas de luchar, de ir contra corriente y empiezas a percibir el significado real de la vida, comienzas a comprender y esto te permite comunicarte con la vida y crear a tu alrededor paz y armonía...


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