La mente, el Cubo Mágico...
Con el paso del tiempo, los seres humanos, hemos intentado crear una sociedad de bienestar, por lo menos a lo que se refiere en cuanto a nuestras necesidades diarias. Desde principios del siglo pasado hemos inventado toda suerte de artilugios mecánicos y eléctricos que nos hagan más fácil la vida. Sin embargo paradójicamente esta creación de nuestra realidad que vivimos hoy tan intensamente, ha creado un cuerpo causal a nuestro alrededor que podíamos definir como domesticado.
Lo dicho, nos hemos domesticado y fruto de este proceso nuestro libre pensamiento se ha constreñido. Se ha polarizado, es decir basa todas sus decisiones en lo que conocemos como fenómeno de la dualidad. Bien es cierto que la dualidad forma parte de nosotros pues tenemos dos hemisferios cerebrales que trazan nuestra personalidad y por lo tanto nuestro comportamiento entre lo racional y lo sensitivo, creando así nuestras acciones vitales. Pero más cierto es aún que el hipocampo entre estos hemisferios sostiene la memoria de nuestras acciones, en concreto de la repercusión que creó y por lo tanto es una gran memoria histórica de todo lo que somos y hemos emitido hacia el exterior.
Este elemento de discordia entre hemisferios que es el hipocampo permite trascender la realidad polarizada y fruto de la información que maneja permite activar la consciencia circular de la realidad. La consciencia circular de la realidad, que ha sido explicada en anteriores entradas, se basa en la comprensión de la vida más allá del tiempo lineal, donde el tiempo es visto como algo esférico que se genera siempre sobre sí mismo y crea por lo tanto más tiempo, pero necesita de una inteligencia dotada de movimiento para crear la materia, en este caso todos nosotros que como seres humanos estamos entre el tiempo y las acciones que este nos permite crear, todo esto acaba formando el espacio o nuestro entorno vital.
La consciencia circular de la realidad permite entender el mal conocido Karma y leyes universales tales como el ensayo y error, y la ley de causa y efecto.
Resulta pues, que el hipocampo tendría que emitir información como consecuencia de las acciones duales que crean los hemisferios para que así cada acción futura fuera más acertada y en cada paso en la vida ganásemos mayor equilibrio, paz y felicidad.
Pero esta domesticación ha afectado al hipocampo haciendo que forme parte del proceso psicosomático de la amígdala cerebral, que consiste en la absorción de la reacción que toda acción creada manifiesta, para explicarlo de forma simple la amígdala cerebral contiene las emociones en torno a un hecho trascendental ocurrido en la vida que induce cambios en la consciencia. Este hecho provoca que el hipocampo sólo reciba el impacto de dichas acciones que cada uno tomamos y experimentamos en la vida y por lo tanto la información que absorbe es la repercusión de la acción. Así que la amígdala cerebral y el hipocampo contienen la reacción y repercusión de toda acción.
Recordemos que toda acción tiene una reacción y una repercusión. La reacción es casi siempre emotiva y no filtrada por ningún hemisferio sino de carácter instintiva, creándose aquí las emociones, o el conocido campo astral. Y la repercusión es el cambio físico que se produce sea en el entorno o en el propio cuerpo físico que puede recuperar vitalidad o enfermar, en el entorno equivaldría a decir orden o caos, y en las emociones hablaríamos de paz y tranquilidad o de sufrimiento y padecimiento.
Para entender la acción su reacción y la repercusión que esta manifiesta pongamos de ejemplo: la separación de una pareja. La acción de separase es sólo el efecto de una causa siempre anterior, la cual podría ser la falta de amor. La reacción aparece en la amígdala cerebral mientras se va verificando como se lo toma cada parte de esa pareja a nivel emotivo y como con esos sentimientos llevan a cabo el proceso de separación.
La repercusión que siempre se ve con el paso del tiempo aparece como información en el hipocampo como el cambio vital, que dicho hecho trascendental ha provocado en la vida.
Imagina que cada uno de la pareja cambia no sólo de casa sino de ciudad o incluso de continente y entonces comienzan una nueva vida, esta nueva vida forma parte de la repercusión.
Pero como te decía nos hemos domesticado a la hora de crear y trascender la realidad, y el funcionamiento de este proceso ha basado toda decisión que tomamos en la dualidad y no en la unidad. Y la dualidad es el tablero de juego del ego, y entonces el ego que no gestiona nada bien las experiencias sufridas buscará siempre culpables.
En el trabajo la culpa será del jefe, en la familia la culpa será del hermano o hermana, o incluso de los padres, y en la pareja la culpa siempre será del otro. Y así creas una realidad donde necesitas egoístamente de actores que tomen el papel representativo del malo. Deseas que se conviertan en el malo reactivo donde poder descargar cualquier ápice de culpa o mejor dicho de responsabilidad para así no madurar, para así no hacer funcionar tu cerebro psicosomático, tu campo causal como una entidad consciente de si misma, o como un verdadero creador y no un sólo aprendiz. Sin embargo este es un juego muy antiguo, es algo así como un tablero de ajedrez donde si no mueves primero siempre estarás a merced de tu contrincante y pocas serán las posibilidades de salir victorioso.
Pero la realidad y el tiempo nos han cambiado a todos, largos ciclos de formación de la consciencia han hecho que este juego ya no nos sirva, acabando así con el mal interpretado karma. Pero entonces ha comenzado otro juego, un juego de la nueva era, un juego donde juegas tu solo contigo mismo, donde no puedes culpar a nadie de tus acciones o decisiones, y donde liberas a los demás de tu ego porque ya no los necesitas de forma egoica para evolucionar sino donde puedes compartir desde la libertad de acción la vida.
Y aun así la vida no es fácil pero esta llena de luz y color por eso si este nuevo juego tuviera representación material seguro que sería algo así como el cubo mágico, el cubo de Rubik...
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