Las siete formas de ver la vida...
Todo lo que hacemos en la vida es el resultado de un cúmulo de pensamientos y emociones que han ido macerándose a consecuencia de lo vivido; creando recuerdos, forjando memorias, tanto a nivel psicológico como a nivel celular o del cuerpo físico. Por lo que cuando tomamos una decisión y la llevamos a cabo esta es fruto de todo este balance que podríamos denominar la consciencia de la acción.
La consciencia de toda acción es de índole mental. La mente tiene muy diversas funciones, y es la parte lúcida la que nos permite expresarnos y mostrar nuestra personalidad de forma activa en la vida. Esta parte lúcida contiene diferentes niveles de consciencia o de realidad creativa, debido a las diferentes regiones del cerebro donde el ser humano almacena todos los datos de las experiencias que ha vivido con sus consecuentes emociones.
Nuestro cerebro se compone de cerebelo, o parte occipital, que se encarga de diversas funciones dentro del ámbito de los instintos de supervivencia y reproducción. Esta situado en la parte posterior y unido al principio de la columna vertebral. Le siguen los hemisferios cerebrales a derecha e izquierda, y debajo de estos los lóbulos temporales de cada fracción lateral de nuestro cerebro. Este conjunto nos permite asociar o disociar los pensamientos y las emociones; controlando la lógica, la razón, la conservación de la vida, en el lado izquierdo y la parte de los sentimientos, la vida creativa y lúdica en el lado derecho.
Además, poseemos un lóbulo frontal, donde se procesan las interacciones de información de los hemisferios y sus lóbulos adyacentes, dándonos siempre una respuesta o resultado, certero o no eso es otra cosa, pero siempre nos organiza la acción vital. Es de carácter intuitivo, a consecuencia de el proceso de comprensión mental y emotivo. En él se preparan las órdenes hacia el sistema endocrino para promover al cuerpo de la información bioquímica necesaria que permita crear la vida con dicha respuesta o resultado anteriormente mencionado.
Y por si fuera poco en el centro del cerebro tenemos la región donde se encuentra la hipofisis, la glandula pituitaria, la amígdala cerebral y lo más importante la glándula pineal, alojada con precisión en el centro de nuestro cerebro. Una de sus diversas funciones es la de captar la luz solar, crear estados activos y pasivos en el cuerpo, de actividad y descanso y nutre de luz al ADN, o también llamado cromosoma, (cromo-luz y soma-cuerpo) es decir al cuerpo de luz, al Chi o al campo de energía vital.
Sin embargo cada una de estas regiones podemos asociarla a las formas de personalidad que se crean entorno a cómo vivimos. Existen siete niveles básicos de la consciencia que se manifiestan en función del manejo de la información en cada parte de nuestro cerebro. Estos niveles de consciencia son: la ignorancia, la maldad, la bondad, la justicia, el aprendizaje, la sabiduría y la maestría. Niveles de realidad que organizan todas nuestras vidas.
Es evidente que convivimos ignorantes con malos, con buenos, con justos y con unos pocos aprendices que desean ser o llegar a la sabiduría y a la maestría. Pero la sabiduría y la maestría para crear realidades perfectas no llega sino después de haber transitado por el camino del error, donde la personalidad se forja y descubre quién es y qué desea de la vida. Cuando esto ocurre uno se convierte en un aprendiz de creador, empieza a valorar la vida, toma comprensiones de esta e intenta organizarla. Así se descubre el grado de sabiduría que uno posee y con el paso del tiempo y habiendo obtenido resultados positivos de la nueva parte de la vida uno llega a la maestría de la acción.
Pero para ello debemos saber cómo se relacionan estos niveles de información y personificación que desarrollan la consciencia de la acción.
La ignorancia nos permite experimentar de forma libre. Cuando hay ignorancia, es decir falta de conocimientos transmitidos, existe cierta inocencia original. Inocencia significa sin ciencia por lo tanto sin la información de lo que hemos denominado bueno o malo, como los límites de nuestra acción, por lo que el nivel de karma que aquí se puede acumular es mínimo, pues sino no se podrían tener tantas experiencia. Y esto es lo que permite la ignorancia, probar en todo su espectro la ley de ensayo y error. La saturación de experiencias en la ignorancia comenzará a dar sus frutos y crear la siguiente fase donde la consciencia experimenta, la maldad.
La maldad, fruto de la ignorancia acrecienta el ego o la individualidad, este justificado por la ignorancia se hace estable y produce el cuerpo o campo de deseos que dirigen una realidad sostenida ya con más conocimiento pero aun así con el propósito de permitirse crear acciones sin frustrarse por las consecuencias, por la reacción que pueda provocar.
Esto es realmente la maldad, cuando haces algo donde no valoras la reacción o repercusión que puedes ocasionar. Todo lo demás que sepas a cerca de ser malo, olvídalo no tiene sentido.
Sin embargo con el paso del tiempo y el ciclo de causa y efecto, o karma, se hacen presentes las repercusiones de este estado de consciencia que es la maldad y que provoca gran cantidad de sufrimiento.
Lo sufrido hace que reaccionemos y podamos cambiar. este es el gran propósito de la maldad, el cambio o transformación que nos permite subir un escalón más en este proceso evolutivo hacia la bondad.
La bondad es un estado de la consciencia que implica la responsabilidad, responsabilizarse de los actos, es decir saber qué ocurrirá y que generará a la larga lo que vayamos a crear en la vida.
Para que esto se ocurra y podamos corregir la vida hasta llegar al siguiente punto de este proceso que hemos llamado la justicia, se ha de producir aquí un proceso de enfermedad (en-ferme-dad) del latín poner en firme.
La vida busca que todo lo que hayas hecho hasta el momento que pueda causarte sufrimiento se lleve al orden, lo vivas para crear un resultado mejor, con mayor amor o armonía para ti. Aquí el universo te cambia el status quo, balancea tu vida y tienes que tomar medidas, responsabilizarte de ellas y cambiarlas, esto es realmente el karma, que busca el equilibrio y la felicidad en la vida.
Si con el paso del tiempo, el ego se resistiera y esto no se realizará comenzaría a aparecer la enfermedad en el plano del cuerpo físico, desde síntomas, dolores o enfermedades que van a ir de las más leves a las crónicas o degenerativas. Es realmente complicado verificar este escalón de la bondad pero nos permite llegar a algo que falta nos hace en este tiempo, un nuevo patrón de consciencia que es la justicia.
La justicia crea un campo neutral donde todo puede estar resulto, la balanza de lo interno con lo externo se equilibra y nos permite crear un salto cualitativo en nuestras vidas, previo aprendizaje en el resto de las anteriores etapas. La justicia crea un vínculo entre lo que sentimos y pensamos con lo que decimos y hacemos en al vida, de tal manera que al habernos responsabilizado, las siguientes acciones que tomemos van a mantener y continuar este orden o equilibrio en la vida. Es aquí donde comenzamos a sentirnos felices y aceptamos toda realidad.
El aprendizaje nos brinda la oportunidad de conocer cómo es que la vida tiene ciertos mecanismos para establecer siempre un orden y crear desde lo perfecto. Es aquí donde se siente o experimenta una relación vital con una parte de nuestra personalidad que hemos dejado de lado, postrada o relegada al ostracismo, nuestra alma o espíritu. La conexión espiritual desde la justicia en esta nueva etapa nos proviene de paz.
La paz es la sensación de que todo lo que está bien puede mantenerse promoviendo ese estado de felicidad que todos buscamos y muy pocos encuentran. Las preguntas acerca de lo divino y humano surgen en este estado de la consciencia que desde la curiosidad comienza a enlazar materia con espiritualidad haciendo un todo, dándole así un mayor sentido a la vida. La paz permite despreocuparse y permite aceptar la realidad hasta donde pueda ser modificada, pues este es el compromiso del aprendizaje y la responsabilidad, convertirse en sabios.
Saber cómo funcionan las cosas para poder repararlas.
La sabiduría nos permite organizar la vida, crea un proceso contrario al de enfermar o poner en firme, que es la sanación. La sanación es en este caso la restauración del orden por comprensiones. Sólo por el hecho de haber vivido desde los anteriores y diferentes niveles de consciencia que organizan la realidad es que puedes llegar a la sabiduría, a saber que lo mejor para todos es lo mejor para uno y donde desaparece el ego o diferenciación por una voluntad conjunta que mejore no sólo a uno mismo y su realidad sino al entorno. Cuando uno consigue este nivel de realidad y lo mantiene, esta obrando milagros, es entonces cuando se adquiere maestría vital.
La maestría es simplemente el periodo donde prestas atención en el mantenimiento de ese estilo de vida que durante todo este proceso de liberación has logrado, disfrutarlo y hacerlo perdurar es lo que te da la maestría de la vida.
Esta enseñanza puede hacerte valorar en qué punto del aprendizaje de la vida te encuentras y lo que realmente quieres tú para ti...
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