Un alma y muchas vidas...
A veces sentimos que nuestra personalidad se maneja en una amplia realidad que va más allá del tiempo presente donde está se desarrolla, sentimos algo así como si hubiésemos disfrutado de ella en vidas anteriores e incluso fantaseamos con qué tipo de vida vivimos, como o quienes fuimos y en qué época y lugar estas vidas se desarrollaron.
Creamos o no en la reencarnación, a veces hemos pensado sin poner la mente finita que venimos de algún momento anterior en el tiempo, donde todo lo ocurrido nos ha llevado hasta el momento presente y donde las virtudes y defectos acumulados en otras épocas nos preceden en esta vida.
Pues seguramente no vayamos muy desencaminados. La ciencia nos enseña que la energía ni se crea ni se destruye, nos dice que únicamente se transforma. Pues si pensamos un poco más allá, la capacidad de darle forma a la acción que tenemos los seres humanos con respecto al resto de seres vivos nos posiciona en el primer puesto de la lista en cuanto a transformar la realidad se refiere, haciendo completo uso de la libertad de acción o libre albedrío del cual disponemos.
Por lo tanto nosotros, los seres humanos, transformamos todo en la vida para llevar a cabo nuestros propósitos. En cuanto disponemos de una idea, rápido nos predisponemos a experimentarla y por lo tanto modificamos el espacio y tiempo para materializar dicha idea que pasará a ser una experiencia en la vida fruto de nuestra mente creativa.
Una vez que esto ha ocurrido, lo experimentado y sus resultados pasan a ser un recuerdo que se almacenará en nuestra memoria espacio temporal, junto con las emociones que la experiencia nos produjo; y así ocurre con todo lo que hacemos durante toda la vida.
Creamos así una memoria vital que contiene todo lo vivido a modo de recuerdos. A más información o memoria, esta irá condicionando la vida por las leyes de causa y efecto, que determinan toda acción, produciéndose el proceso conocido como Karma, que busca establecer el orden en la vida y depurar el error que con el paso del tiempo y entorno a dichas experiencias hayamos podido crear y por lo tanto nos cree algún tipo de sufrimiento, padecimiento o incluso la enfermedad.
Todo esto crea una memoria no sólo mental sino también física, pues la información de lo vivido que recibimos a modo de emociones, puesto que somos seres que con sentimientos, se codifica en nuestras células, creando memoria celular y con el paso del tiempo esta información se imprime en el ADN, creando además el karma genético.
Que pasará de progenitores a descendientes y por lo tanto podríamos decir que dicha información reencarna de nuevo en la siguiente generación. Una vez está en el plano de la genética y en la configuración física del descendiente, crea su temperamento y su carácter, es decir le dota de personalidad propia y diferenciada por dicha información que ha recibido.
Por lo que algo ha renacido, reencarnado y ha pasado de generación en generación, sin perderse en los vértices del tiempo; algo se ha transformado y se ha trasladado dentro de un nuevo cuerpo físico. Esto es conocido en la religión cristiana como "el pecado original" que no es más que lo que te queda por evolucionar y llevar al orden, todo lo que no concluyó, o no se comprendió, o quedó pendiente, o creó un sufrimiento no depurado en la vida anterior. Digamos que es parte de ese mal conocido karma que pasa imprimido desde el espíritu o ADN. Recordemos que el cromosoma significa literalmente cuerpo de luz, por lo tanto espíritu.
En definitiva la reencarnación de la consciencia o del alma es un proceso de evolución para iluminar toda la cadena de ADN, es decir para obtener conocimiento de los 48 cromosomas que crean, ordenan y mantienen el equilibrio de toda vida. Cuando este ciclo se completa la vida física y el ciclo de reencarnaciones se acaba y dicha información de ADN completa se sostiene sólo como cuerpo de luz , sin la necesidad de cuerpo físico, se trasciende la materia y se establecen relaciones en otros planos o dimensiones, que están más allá de la cuarta dimensión, que es de carácter espacio temporal, en la cual y a través de nuestro cuerpo físico como espacio y nuestra personalidad como la capacidad de crear y transformar la vida en el tiempo estamos manifestados, donde vivimos.
Los antiguos egipcios conocían este proceso de reencarnación, es por ello que veneraban a 48 deidades, que representaban la consciencia solar del ADN o cromosoma, incluso se atrevieron a representarlo pictográficamente con el tan conocido símbolo del Ankh o llave de la vida. Además de tener una medicina realmente avanzada, incluso en temas de cirugía.
Eran conocedores de que todas las emociones e informaciones de lo vivido se almacenaban por ese patrón sentimental de los seres humanos en los diferentes órganos vitales, de ahí que durante la ceremonia de momificación se extraían dichos órganos y se guardaban en vasijas para que el alma una vez fuera del cuerpo pudiera llevarse la información y volver a establecerla en los órganos del nuevo cuerpo físico que iba a adoptar para su próxima vida o encarnacion.
Una filosofía, la egipcia apasionante en cuanto al arte de la vida y su trascendencia después de la muerte física. Realmente para ellos morir era volver a nacer, algo así como una nueva oportunidad para acabar lo que en la anterior vida no dio tiempo. De ser así, que lo es, tenemos un alma inmortal capaz de trascender el tiempo, capaz de volver a ser manifestada físicamente y volver a la vida para experimentar siempre con el mismo propósito el de alcanzar la felicidad plena cueste lo que cueste, porque al fin y al cabo sólo puedes dar de ti lo mejor que tienes.
Imagina que en esta encarnación llegáramos a esa felicidad y que pudiéramos compartirla con nuestro seres queridos, con el resto de aquellos con los que compartimos la vida, le estaríamos dando el mejor de los regalos, un trozo del tan ansiado paraíso, un trocito del edén hecho realidad en ti y para ti, para disfrutarlo mientras vivas... ojalá así sea...
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