Todo tiene su propósito...


Todo en este mundo tiene un propósito, esta es la base por la cual todo existe y converge en un determinado espacio y tiempo, por lo tanto nada sobra ni falta. Averiguar ese propósito que se le presupone a todo y a todos es el misterio de cualquier camino de evolución interior ó iluminación.

Sin embargo existen directrices, formas de gestionar los diferentes tipos de propósitos. En anteriores entradas hemos mencionado que todo camino evolutivo ó de iluminación tiene un ciclo que se desarrolla entre ciertos márgenes de la propia acción, y que son: Crear, Conservar y Renovar.

Estas etapas ó procesos subyacen dentro del espacio y tiempo en todo acto, en toda experiencia y en todo momento y organizan dichos propósitos que también se originan en tres categorías diferentes, a saber: Los propósitos universales, los propósitos de la personalidad egoica, y los propósitos del alma ó espiritu.

Además estos propósitos oscilan en una escala dual cada uno de ellos. Los propósitos universales oscilan entre lo que podríamos definir como la Creación y la Curación. Es evidente que todo debe tener un principio u origen causal y por lo tanto un punto de partida donde algo nuevo comienza a ocurrir, estamos así en el principio de toda creación.

El paso del tiempo y los propósitos del ego interpretarán dicha creación ó experiencia, crearán pensamientos y emociones entorno esta, que irán construyendo una realidad que se mantiene ó se conserva en la vida, hasta que dichos propósitos generen el momento de renovación de la misma, en este momento llega la Curación de la experiencia, aquello que no este en orden, que no nos satisfaga ó contenga un error debe ser enmendado o reparado.

Los propósitos del ego que permiten renovar las experiencias vitales fluctúan entre el Amor y el Miedo. Debemos interpretar aquí el amor como la capacidad de ordenar y organizar la vida, esto genera armonía y por lo tanto gozo de vivir, sin embargo el ego ó la mente inferior, creen que lo que es perfecto puede volverse imperfecto con el paso del tiempo. Esta previsión recurrente y autosugestiva crea el miedo. 

Y el miedo genera la incapacidad de crear la vida, por lo tanto nada a conservar ni a renovar. Aparecen aquí los principales bloqueos psicosomáticos, la destrucción de ciertas hormonas que se secretan en el cerebro y por consecuencia algunas enfermedades mentales ó psíquicas.  

Pero la conservación de la vida que cada uno desde lo más profundo de su ser desea experimentar, viene regida por los propósitos del alma ó espíritu que son la Aceptación y la Plenitud. La aceptación se basa en el principio de lo que es obvio es obvio y no se puede cambiar nada si primero no se acepta, además la aceptación de todo hecho requiere la comprensión del mismo, es decir, entender la moraleja que nos transmite toda experiencia vivida para poder crear los siguientes momentos con mayor amor ó armonía.

Si la comprensión es un hecho, la percepción de la realidad cambia y la personalidad egoica se transforma, moldeándose así el carácter que se adapta al nuevo espacio y tiempo que se está viviendo. Este proceso de transformación de la personalidad y del carácter es el marco de todo cambio evolutivo de todo camino de iluminación que permite organizar la vida, hacerla sostenible, poderla conservar en armonía, poder disfrutar y gozar de la misma, y entonces se sostiene la plenitud, que nos guía hacia la felicidad.  

Así que estos propósitos afectan al ciclo creativo de la vida, Crear, Conservar y Renovar. Podríamos decir que los propósitos universales de Creación y Curación están implícitos en el tiempo de Crear la vida, que los propósitos del alma ó espiritu, la Aceptación y la Plenitud nos permiten conservarla y que los propósitos del ego, el Amor y el Miedo sirven para Renovarla.

Estos aspectos de los tres propósitos, Creación y Curación, Amor y Miedo, Aceptación y Plenitud, son los límites naturales y duales que se manifiestan en nuestro cuerpo físico, y en nuestros campos de información adyacentes, mental, emocional y espiritual.

Nuestro cuerpo físico somatiza toda repercusión de nuestras creaciones, de nuestras vidas a través de los diferentes dolores o enfermedades balanceando nuestra creación para que la curemos y así nuestro cuerpo deje de padecer o enfermar.

Nuestro campo mental y emocional valora los límites del amor y el miedo, estos dos aspectos son grandes generadores de pensamientos y emociones y activan la capacidad de sentir desde el corazón. El miedo crea infinidad de pensamientos y el amor de emociones, creando un debate abierto cuyo propósito es el despertar de la consciencia. Y cuando este despertar se produce, los límites naturales de la acción cambian hacia la aceptación y la plenitud que nos transmite el alma.

Nuestro campo espiritual permite aceptar lo ocurrido creando una memoria celular o recuerdo activo que se vuelca en el ADN, fruto de esto siempre que ocurra algo en la vida donde se vuelva a valorar cualquiera de estos recuerdos, memorias ó informaciones, el proceso creativo crear, conservar y renovar se activará para inducir un estado de mejoría de los resultados, es decir para conseguir mayor felicidad y armonía y por lo tanto plenitud, así el ADN se regenera, se renueva y la última información repara los errores de los anteriores momentos de la vida. 
Por lo que siempre estamos renovándonos, mejorando y creciendo infinitamente...


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