Como los Inuit sobrevivieron en Alaska...

Alaska es sin duda alguna la última frontera donde la vida se abre paso antes de penetrar en lo gélido del ártico, un lugar de gran belleza, salvaje y natural donde vivir no es fácil. Largos, fríos y oscuros inviernos, donde la luz natural es muy escasa, dan paso a una tardía primavera y un corto verano, donde la luz del Sol brilla eso si durante largo tiempo. 

Aclimatar el cuerpo físico a estas características de la naturaleza no es cosa fácil pues la bioquímica del cuerpo necesita de ciclos duales para regenerarse, es decir si un día dura veinticuatro horas, se necesitan doce de luz y doce de oscuridad (esto sólo ocurre durante los equinoccios) para que todas las estructuras corporales tengan fases de trabajo donde desarrollan su función y fases de regeneración celular donde se recuperan del trabajo realizado. 

Además dentro de estas veinticuatro horas cada dos horas el cuerpo da prioridad de paso a un órgano vital en particular, si es durante el día este órgano con prioridad hace que todo el sistema corporal gire en torno a él, amplificando sus funciones en todo el cuerpo, por la contra si es de noche, es el órgano que recibe mayor cantidad de regeneración celular durante esas dos horas, donde todos los sistemas corporales inducen su bioquímica para regenerarlo.

La glándula que hace posible todo esto es la glándula pineal, que permite liberar durante las horas de sueño melatonina, aunque para ello necesita primero absorber gran cantidad de luz solar que convierte en serotonina, pues es esta la hormona precursora de la melatonina.

La melatonina trabaja a nivel mitocondrial y protege el ADN, de hay que nuestros órganos puedan regenerarse a nivel celular durante la noche además de evitar que las células se vuelvan tumorales o cancerígenas, es decir se acidifiquen.

Imagina ahora la dura vida en este páramo gélido que se convierte Alaska en los largos inviernos, e imagina ahora a sus gentes, pero no a nuestros contemporáneos sino a las tribus que tiempo atrás vivían de forma natural sobre estas tierras, los Inuit.

Los Inuit llegaron desde las estepas siberianas cruzando el estrecho de Bering y poblando no sólo esta región de Alaska sino todo el norte de Canadá hasta llegar al extremo de la costa Este.

Cómo pudieron los Inuit adaptarse y sobrevivir a estas extremas condiciones no sólo climáticas, donde el frío es durante largo tiempo el gran protagonista, si no a las desfavorables condiciones de luz solar, por exceso o ausencia, que repercuten directamente en la bioquímica corporal y que afectan a los ritmos circadianos y a nuestras formas de pensamiento?

Se adaptaron y sobrevivieron diferenciando el espíritu o la mente de forma independiente del proceso bioquímico del cuerpo físico. Es decir su mente tuvo que evolucionar de forma libre sin poder asociarse al cuerpo, para ello era imprescindible no poder expresarse desde su ego. El ego es el nexo de unión entre nuestros pensamientos que construyen nuestras vidas a través de nuestras acciones y la repercusión de las mismas que absorbemos en el cuerpo físico a través de las emociones que recibimos debido a la vida que hemos decidido crear. 

El ego permite desarrollar la personalidad durante toda la vida en función de las experiencias de la  misma, por lo que dejar el ego a un lado es dejar la personalidad egoica o individual. Desde esta premisa el ego desaparece en su forma individualizada y se desarrolla una empatía emotiva hacia la comunidad o la tribu, hacia el resto de los seres que están compartiendo el mismo tipo de experiencia. Esto provoca una disminución de la intensidad de la acción del cerebro reptil, completamente instintivo y reproductivo, disminuyendo la sensación de temor o de alerta y permite relajarse ante las expectativas que la vida puede depararnos.

Al fin y al cabo la vida te enseña que lo que es obvio es obvio y no vas a poder cambiar tu realidad  hasta que no aceptes este hecho que permite ver y valorar lo ocurrido desde la comprensión y no desde el ego que no tolerará formar parte, ser la causa o tener la culpa de dicha realidad.
Imagina a demás que puedes hacer para cambiar la adversidad climatológica, nada. Por lo tanto aceptar este hecho es un gran cambio, libera al espíritu del ego, aquieta la mente reptil y da paso a la vida más allá del yo, donde existe un nosotros.

Los Inuit viven en el nosotros una forma de pensamiento que desarrolla el lóbulo frontal y su actividad más creativa, esto permite la apertura de la glándula pineal, conocida como tercer ojo o ojo de la consciencia y en su función bioquímica les permite absorber la mayor cantidad de luz natural por muy poca que esta sea. Cuando esto ocurre el ADN se ilumina debido a la serotonina y la melatonina y el ADN o cromosoma es nuestro verdadero cuerpo de luz o espiritu. Cuando esto ocurre los pensamientos no surgen del lóbulo frontal que representa el vivir en el nosotros y repercute en hacer siempre lo mejor para todos, si no que fluyen del corazón por una energía empática que nos une a todos y que es el Amor. 

Y los pensamientos desde el corazón para los Inuit repercuten en el vosotros y en el ellos, es decir en sus hijos y los hijos de sus hijos, pues ven la vida como una continuidad cuyo vínculo desde el amor, desde el corazón es sagrado y atemporal.

Esto no sólo organiza la vida, además el hecho de vivir desde la intuición o mejor dicho desde los pensamientos del lóbulo frontal y su glándula asociada la pineal, y desde el corazón crean una independencia del cuerpo físico porque al no existir el ego o el yo, no hay asociación entre mente y emoción con el cuerpo, este no se corrompe, no tiende a enfermar y no necesita durante el día de la función dual y circadiana de doce horas de luz y doce de oscuridad. Si no que se adapta de forma natural al ciclo de la vida, como lo haría cualquier otro animal, debido a que el cerebro reptil no somatiza la función egoica si no que sólo tiene activa la función animal de adaptación al medio.






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