El amor altruista...

Nuestras vidas se sostienen desde una realidad que está entretejida, unida por infinidad de personalidades en procesos de evolución, donde todos somos necesarios, los unos para los otros. Nuestro ego sólo forma nuestro aspecto individual y en consecuencia de esto surge nuestra personalidad. Además crea la rivalidad y la comparación para que podamos lograr vernos los unos a los otros sin vestiduras, sin máscaras y sin opacidad. Y lo más importante hace que vivamos nuestras vidas desde el intercambio, todo tiene un precio que debemos pagar. 

Vivimos condicionados por un intercambio constante en el cual hemos basado todas nuestras relaciones y para trascender este estado que la mente ha proyectado es necesaria la energía del corazón, de carácter libre y que nos predispone a seguir un camino que cierra la puerta al constante intercambio donde cedemos o cogemos algo porque simplemente antes lo dimos. Lo contrario a este hecho es crear una vida altruista.

El altruismo es una forma de crear la vida que contiene un punto de sabiduría donde uno no espera ni pretende recibir nada a cambio. Este hecho trasciende cualquier relación de dependencia en la vida y crea libertad de acción, una libertad que no se basa en la causa y efecto o en el karma sino que va más allá, es una relación cordial por amor, un amor que tiene esa representación material y teatral desde el altruismo, y que nos muestra una vida desarrollada desde los impulsos del corazón y no tanto desde la mente.

Llegado el momento el siguiente paso evolutivo de la consciencia consistirá en manifestar el amor a través del altruismo, y aun así esto no es suficiente, sino que nos lleva a crear un proceso consciente y bioquímico para crear esta nueva forma de pensamiento (el altruismo) y su acción en la vida. 

En este proceso existe un primer punto donde el ser humano ya desalentado y perdido, encomienda su guía a algo intangible, etéreo y de carácter superior o universal, solicitando algún tipo de ayuda divina. Este proceso rompe el velo del aparente libre albedrío y esta llamada vital obliga a una respuesta por parte del universo. Desde este momento comienzan a llegar todas las experiencias necesarias para el despertar de la consciencia de esta alma hasta ahora calamitosa. La razón y la lógica, es decir la mente racional deja un lugar para recibir y abrirse a lo nuevo y para darse permiso a experimentar desde la fluidez y la soltura. En este momento el corazón como parte del alma toma prioridad sobre las decisiones vitales, dado que contiene gran cantidad de información de nuestra personalidad, de nuestras vidas y de la repercusión de nuestros actos.

La segunda parte de este proceso nos recuerda el propósito de la frase bien conocida por  muchos: "Cuando el discípulo está preparado, el maestro aparece", y el maestro para cada uno de nosotros es lo que resuena dentro de nuestro corazón, nuestros sentimientos, ya filtrados y comprendidos.

Esta nueva percepción de la realidad, desde el corazón, crea una gran actividad bioquímica desde la glándula timo hacia la glándula pineal y lleva hasta esta última glándula la información contenida hasta ahora sólo en la bolsa del pericardio alrededor del corazón para formar parte de lo que conocemos como recuerdos. El resultado de esta función bioquímica crea un flujo constante de información con dichas glándulas cognoscitivas, pineal, pituitaria e hipófisis, que se encuentran a la altura del entrecejo, en el centro de la cabeza. 

Es en este momento donde el altruismo comienza a ponerse en practica en nuestras vidas. Esta forma de pensamiento altruista crea lo que conocemos en mecánica cuántica  como campo unificado de energía. En nuestra versión altruista formamos parte de un tipo de creación vital donde las casualidades o el azar del libre albedrío no forman parte de este juego que es la vida, y que un día decidimos jugar, a sabiendas de que no llegaríamos a saber, a conocer o a comprender todas sus reglas.

El conocimiento desde el amor altruista implica el reconocimiento de la realidad desde la perspectiva. En el equilibrio de las emociones y de la razón el ser humano puede adoptar la consciencia de la realidad como propia, comprendiendo que todo forma parte de un plan perfecto y ordenado. 

Y allá donde se ha puesto orden se puede comenzar a sostener una vida en unidad, donde todo sea equitativo, donde la libertad sea un hecho, pues el altruismo no permite la entrada del deseo individual y del ego, así todo lo que no contiene altruismo cae por su propio peso, no llega a ser manifestado, y no existen actos deshonestos, pues el bien personal es el bien grupal. 

La comunidad se forma, se sostiene, crece y evoluciona dentro de esta energía, el espíritu  grupal construye toda la vida, los trabajos, la vida cotidiana, todo se gesta desde la ayuda y el servicio a la comunidad, para poder así compartir experiencias y tener tiempo vital y personal para aprender a ser Seres Humanos. Esto origina lazos de amor fraterno, donde se manifiesta la verdadera igualdad de oportunidades.

Sabemos que hoy por hoy esto es una utopía en nuestra realidad, pero estamos creando las base de todo esto que hoy hablamos, en estos tiempos de crisis. Donde es fundamental llegar al equilibrio y la armonía a través del conflicto, para saber de que agua no hemos de volver a beber.

Donde todavía existe el caos, los procesos personales están frenados por procesos grupales más trascendentes. En los procesos colectivos, las luchas de clases, la pugna por el poder a través de la política, o a través de un dogma de fe o religión están a la orden del día, pero son también otra forma de llegar al equilibrio grupal.

¿Pero como podemos cambiar todo esto, como establecer el orden ante el caos, como llevar la luz a la oscuridad, como crear amor desde el odio, como mantener la armonía, como superar el ego individual para llegar a la consciencia de la unidad, donde todo cuente?

Es simple, fácil y sencillo, se debe crear un acto de amor, un gesto noble, un momento en el tiempo que rompa el status quo, se trata de vivir y crear desde el amor altruista. Todas las enseñanzas de Buda e incluso las de Jesús coinciden en este mensaje. Sus vidas estaban dedicadas a este acto de amor altruista... "por sus actos los conoceréis".

Pero debemos comprender que estamos en un mundo de apariencias, tenemos la apariencia del libre albedrío, pues podemos hacer todo lo que deseemos, pero asumiremos las consecuencias de ello, por lo que a mayor amor y consciencia menor libre albedrío, pues el libre albedrío esta sujeto a un destino de carácter individualista, no altruista y basado en el intercambio que trae la causa y el efecto, dejándole muy poco margen de actuación; sin embargo en la unidad, en el altruismo no existe el libre albedrío.

Tenemos la apariencia  del cuerpo físico, nuestro diseño como humanos, pero sólo su apariencia, pues estamos liderados o condicionados por una suerte de pensamientos y emociones que nos encomiendan a vivir a través de nuestros deseos, por lo que aunque no podamos ver nuestros campos mentales y emotivos, estos son más influyentes en nuestras vidas que nuestro propio cuerpo físico. Lo que nos dicta nuestro corazón o nuestra razón crean constantemente la realidad, y el cuerpo es sólo el vehículo que nos permite esta experiencia.

Tenemos la apariencia de la finalidad, de que todo es caduco, que todo acaba y que la muerte es ese punto y final. Más no existe principio ni fin, no existe lo cíclico sino que existe la revolución, todo es revolutivo.

Tenemos la apariencia del ego, y así creemos ser mejores o peores, diferentes entre si, pero somos todos iguales, todos somos hermanos, nada que decir de las religiones, de las razas, o de las políticas, solo existe una raza, el ser humano; sólo existe una religión, el amor; sólo existe una política, la que nos haga libres, iguales y nos lleve al amor fraterno.

Tenemos un mundo perdido en apariencia, pero esto no es el final, sino un nuevo principio, algo nuevo esta ya en el ambiente, los vientos de cambio son imparables, el corazón se hizo presente y nos encaminó hacia la revolución. Primero una revolución interior un cambio de personalidad, creando un nuevo ser que necesita un nuevo espacio vital, pues el que hasta ahora tenía ya no le es necesario.
El conflicto siempre es necesario, forja el cambio, y el cambio crea la armonía. La armonía gesta el amor, y el amor crea el altruismo  que todo lo une y lo puede...











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