Más allá de la dualidad...

Ser humano debería ser algo así como ser capaz de crear la vida desde la prudencia, la templanza y la justicia, ser más bien parco en palabras, austero en las formas, pero preciso y sabio en la acción, eso denotaría paciencia y entrega en cada acto de la vida. Para ello deberíamos contemplar, sin un ápice de distracción, todo a nuestro alrededor hasta encontrar la perfección en todo lo que hayamos visto. Buscar la quietud de las emociones y no intentar aquietar o vaciar la mente, si no guiarla desde la paz del corazón para transformarla. 

Para ser humanos no deberíamos distinguir el yo propio del nosotros, forjando así una sinergía grupal, creando en nuestro ser una gran cantidad de empatía. Cuando se intenta comprender y sentir desde el corazón lo que le ocurre a otra persona es cuando realmente se esta presente, consciente y se participa de la realidad para poder sostener mayor orden, mayor equilibrio y una mejor armonía colectiva.

Esta percepción de la realidad más humana o digna, cambia tu mente, cambia tus actos, tu cuerpo sigue a la acción mental, tu consciencia vital fomenta en tu interior la rectitud, la búsqueda del equilibrio, como lo hace el árbol al crecer en la naturaleza.

Ante la dificultad o la adversidad te mantienes impasible, intentando crecer por encima del conflicto, recto como el árbol, pero ligero y fluido como el junco. Estas cualidades te dotan de inteligencia emocional, eres capaz de ser honesto, presente y consecuente a la vez, toda acción que recreas en tu vida es un compendio de tu equilibrio emocional, de tu lucidez y de la búsqueda de esa armonía tanto interior como exterior, por lo que podrás ver una causa justa en los demás seres humanos.

En este estado vital de humanidad el respeto por la vida se hace notable, el amor desde la compasión se hace presente y la benevolencia crea la acción para lograr la paz, el equilibrio en lo cotidiano de la vida, en el momento presente. Esta forma de vivir, crea simpleza, sencillez y libertad. La libertad sentida y manifestada desde el amor es el mayor estimulo para la evolución, para que desde esta libertad de acción, la búsqueda de la felicidad llegue a ser alcanzada, algo así como un estado de nirvana en cada momento, en cada instante de la vida.

Lo que nos frena es nuestra mente dual, la dualidad esta en el interior, fuera de nosotros la dualidad no existe, la dualidad es sólo un estado de consciencia más que sufre el ser humano y que a través de sus consecuencias nos lleva a evolucionar, a hacer lo correcto, a buscar el equilibrio vital, a ponderar y a sopesar desde el balance, todo lo que podamos o deseemos ser o experimentar, tomando incluso antes de que esto ocurra consciencia de la repercusión que tendrían estas experiencias.

Sin embargo, mientras el concepto de dualidad siga presente en la mente, todo lo que podemos crear, manifestar o vivir será una paradoja, una suerte de contradicciones, que no nos llevarán fácilmente al equilibrio, y esta es la situación actual donde se encuentra la humanidad en el presente. 

Si utilizásemos el concepto de unidad, contrario a la dualidad y más humanista, el corazón dirigiría la mente desde la rectitud, la honestidad, y la bondad, y el equilibrio brotaría hacia el exterior, Buda conocía este sendero, lo llamo el camino del medio.

Pero el camino del medio requiere una causa superior, una causa justa que debemos como humanidad abrazar, algo así como un fin que pueda guiar, encaminar y dirigir todas nuestras decisiones...




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