Una vara de fresno viejo...

En ciertas ocasiones la vida te hace madurar de repente, casi sin poder asumir o comprender lo ocurrido, sino que solamente las experimentas. Uno no puede decidir si vivirlas o no, simplemente suceden. 

Por eso hay veces en la vida donde uno no puede hacer nada más que esperar y madurar, un tiempo entre la siembra y la recogida, donde todas las cosas ocurren sin esperarnos. Donde a veces sentimos que la vida no cuenta con nosotros o que el tiempo se nos pasa y no se detiene.

Por eso a veces la sabiduría reside en saber estar, en vivir el presente, en buscar la calma de las emociones y llegar a un estado de paz interior permanente, por eso a veces uno debe pararse, serenarse y apoyarse en una vara de fresno viejo.

Una parte de la filosofía budista nos habla concretamente de este momento en el tiempo. El Zen de la vida que reside en el no hacer. 
Dirías que no hacer es el estado contrario a ser, que somos seres sintientes y que nos manifestamos a cada instante y por todo ello somos y no estamos. 

Pero piensa por un instante, Cuánto tarda en desarrollarse una acción vital en la propia naturaleza? Cuánto tarda la semilla en germinar? ó el árbol en crecer? ó el paso del agua en oradar y modificar el terreno? 

Todas estas acciones son perfectas, generan la armonía de la naturaleza y no ocurren de un día para otro, simplemente están en un continuo estado de cambio aceptado, integrado y mostrado.  Todos ellos, el árbol, la semilla o el agua son. Se manifiestan desde el Zen, desde el no hacer, que es una actitud no una acción, está es la gran diferencia.  

Como ves el cambio debería ser un estado interior de la personalidad y el alma, una virtud para adaptarse al paso del tiempo, para poder vivir y no sobrevivir. La resistencia al cambio crea la supervivencia, por la contra la adaptación al medio, a tu espacio tiempo, generada desde el estado interior de cambio o transformación es una consecuencia del Zen. 

La naturaleza es el mejor ejemplo del Zen. Todo está en comunión y armonía, las aves no sufren por volar, los peces no sufren por nadar y la semilla no sufre al salir de la tierra para brotar y sin embargo nosotros, los seres humanos, sufrimos todos los día. Por eso a veces es mejor hacer el camino con una vara de fresno viejo...



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