Los Inuit, el pueblo del frío...
Los Inuit de Groenlandia, Alaska y Canadá suelen decir que para vivir con armonía deberías ser capaz de atravesar el páramo gélido, el gran lago helado, sin crear ni una fisura en él, observando todo a tu alrededor, con calma y con una ligera parsimonia que te permita tomar decisiones más sensatas, más honestas y equilibradas, que permitan liberarte del camino del ensayo y error, y de caer siempre en la misma piedra. Así cuando llegues al centro del páramo gélido sólo con un pequeño agujero, un mal menor, podrás disfrutar de la pesca.
Ellos saben que la personalidad se enfría por las circunstancias de la vida y por esto envejecemos más rápido, porque al enfriarnos perdemos no sólo la esperanza sino algo más importante, la ilusión. Pero recuerda que el espíritu que insufla tu vida, el generador de tu impulso vital es cálido, y eternamente joven.
La rutina gélida del inuit hace que este no le otorgue poder o importancia a la búsqueda de los conocimientos a cerca de la vida, sólo se centra en los deseos instintivos, tu sueles llamar a esto corazonadas, y es aquí donde se activa el campo energético llamado Psicobioemotivo.
Este campo energético, contiene los trazos determinantes que originaron la llegada al mundo, se encuentra en él la información biogenética de los progenitores, y sus capacidades o debilidades ante la vida. La adaptación al páramo gélido, al entorno desde pequeños, crea una estructura física y bioquímica más o menos fuerte ante la llegada de posibles enfermedades.
La búsqueda del alimento, la caza y la pesca crearán una personalidad que no será propia sino globalizada por el instinto primigenio de sobrevivir, una personalidad empatica, que siente como propio lo bueno y lo malo que ocurre a cualquier otro inuit, cuya base de la existencia vital es compartir.
La vida sobre la tundra es totalmente grupal, tribal, todo es de todos y para todos, así se desarrollan todas la capacidades para crear y consolidar la vida, un mundo de posibilidades llega con cada nuevo día, y los inuit van así centrando su camino, formando los cimientos de lo que serán y tendrán en la vida, su tótem de poder. La tundra y el bosque boreal les permiten conseguir recursos para mantener aquello que cada inuit esta empezando a consolidar.
El propósito o utilidad a la tribu emana de un sentimiento interior cuyo fin es hacer más cálida la realidad para todos. Una vez que se tiende a conservar una forma de vida, surge la necesidad de mantenerla y reproducirla de forma más consciente. La personalidad o ego se rinden a la voluntad grupal y esta crea la unidad con toda la vida que para el inuit es sagrada.
El frío hace discernir lo que es verdaderamente importante de lo que es simplemente necesario y este pensamiento organiza toda la vida. Es más que un pensamiento, es un punto de equilibrio entre lo divino y humano. Por eso, el invierno para el inuit es un punto de consciencia no un tiempo cronológico, sino más bien un tiempo psíquico.
Este aspecto que llamamos gélido, a unos nos llega más pronto y a otros más tarde pero todos pasamos alguna vez por el páramo gélido que valora lo conseguido en la vida con la felicidad que ello nos transmite.
La vida en lo gélido es para el inuit una oportunidad que La Madre Tierra le ofrece para certificar su cantidad de paz y felicidad interior y si esta le es válida. y ellos saben que el gran espíritu siempre confabulará para deshacer el hielo, lo gélido, para que cada uno logre sus deseos...
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