Un sayo color azafrán...

El ser humano es algo más que un cuerpo físico, es todo aquello que recuerda, toda su información, está forjado de todo lo vivido, de todo lo sentido, de todo lo que ha podido crear; y todo esto es inalterable pues es un recuerdo vital, una memoria transcendental o una consciencia verdaderamente imperecedera.

Por lo tanto no puedes ser indiferente ante la vida. La indiferencia no es una cualidad humana, el ser humano logra su mejor expresión desde la capacidad de creación, que se produce desde la fuerza de su corazón y su más o menos margen de libre albedrío.

Sin la indiferencia que germina y brota en la ignorancia, la capacidad de actuación del ser humano crece para dirigir su vida, y dicha capacidad interior, opuesta a la indiferencia, se muestra en la compasión. La compasión crece en el ser humano desde la empatía, desde el sufrimiento que hace valorar lo que realmente es importante en la vida. La compasión contiene la sabiduría, la gracia divina que crea un vinculo de unión hacia todas las diferentes almas o seres humanos circunstanciales con los cuales convive día a día.
 
La compasión implica actuar, formar parte, tomar decisiones, en definitiva tirar los dados y asumir riesgos y consecuencias. La vida es una continua actuación, y donde hay actuación hay consciencia, y donde hay consciencia no hay ignorancia, y donde no hay ignorancia, no germina ni brota la indiferencia. Como ves no eres indiferente a lo que ocurre en tu vida, sino que eres la causa de todo, pues todas tus experiencias están basadas en un solo propósito: la búsqueda de tu felicidad.

Por lo tanto lo que ocurre en la vida es meramente circunstancial, es temporal o momentáneo y sólo es un fin necesario para llegar a lograr dicho propósito. 

Las circunstancias son pasajeras se crean para encontrar un punto de felicidad y después desaparecen y crean otras circunstancias diferentes, así el alma en evolución obtiene cada vez más paciencia, que es mayor capacidad de superar la adversidad, cada vez más esperanza que se manifiesta como la virtud de ser y actuar, y por lo tanto más felicidad.

La realidad de la vida debe ser placentera, debes hacer y vivir lo que te llena espiritualmente, así es como tu mente consigue despertar y cuando la mente dormida despierta, enciende la llama del corazón, cuando esta llama está activa el alma se hace presente. El alma trae la felicidad y la alegría sin la cual no se puede vivir en armonía. 
Desde este estado no hay enfermedad ni sufrimiento, y el cuerpo se rejuvenece. 

El secreto de la eterna juventud reside en ser felices y expresarlo desde la alegría...



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