En lo cierto de vivir...

Existen evidencias empíricas a nuestro alrededor que demuestran y justifican ciertos aspectos de nuestras vidas, tales como: nuestro ciclo vital desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por las diferentes etapas que dicho ciclo contiene; la salud de nuestro cuerpo físico, y la voluntad de nuestras acciones según nuestra personalidad. De esto se encargan la ciencia, la medicina y la psicología entre otras. Es decir, nacemos y nos desarrollamos en el entorno vital de nuestras familias, aprendiendo de sus hábitos y costumbres, las cuales solemos repetir ya de mayores. 

Sin embargo esta es la forma con la que el ser humano se convierte en adulto, es decir se adultera, crece en un conocimiento externo. Y todo conocimiento es una información transmitida por otra persona y que tu aún no has verificado en tu vida por ti mismo. Por lo tanto crees saber, pero igual no estás en lo cierto. Para adquirir certezas en la vida debes atreverte a probar, a cuestionar y hacer tambalear los cimientos de dicho conocimiento adquirido. Rebatiendo la información recibida y contrastándola con los resultados adquiridos. 

Así es como te liberas de la creencia y te acercas a lo cierto de vivir, imagina cuestionarse los dogmas de fe, las religiones, o las políticas actuales, o la forma en como administramos la economía, sólo cuando te cuestionas la forma y el sentido del uso o costumbre en la que se basa dicha creencia es cuando te das cuenta que el paso del tiempo y la interpretación que haces de ella en el presente te llevan a encontrar una mejoría, es decir un patrón de mayor certeza.

Lo cierto es algo verificado en el presente y válido, pero que puede ser modificado en el futuro, que puede mejorar en su forma y uso. Así es como todo evoluciona. 
Dicho esto, tu eres una amalgama de pensamientos que sostienen tu vida induciendo la forma en la que vives, construyendo los cimientos de tu realidad a través de la puesta en práctica del conocimiento adquirido, así tus acciones y sus reacciones se verifican a través de dichos hábitos, usos, costumbres, o patrones adquiridos que crearon la adulteración en tu vida. 

Sin embargo tu no quieres ser adulto, no deseas estar adulterado, deseas ser y experimentar en el estado de la madurez. Y la madurez se revela en la vida como un momento donde lo que tienes hasta el tiempo presente es cuestionado de forma vital, te cuestionas toda tu vida, y su sentido,  para comenzar a entender que hay de cierto en todo lo que vives. Por ejemplo sí estas enamorado o sí crees estar enamorado. Sí estás desarrollando una actividad que te da plenitud y te sientes en la utilidad de la vida, o sí crees no estar desarrollándola.  

La madurez te obliga a tomar decisiones entre lo que crees y lo cierto en tu vida. Lo que crees viene del conocimiento externo, el que te adulteró. Lo cierto contiene toda la información de lo que has vivido, es lo que sabes de ti y por lo tanto es lo único cierto para ti. Como ves el conocimiento externo es necesario para encauzarte en la vida, pero sólo te proporciona un primer punto de desarrollo, un punto de partida, pero no de destino. 

Cuando partes desde ese punto original, llamado conocimiento y experimentas con él en la vida, logras llegar al destino, a lo cierto. Es entonces cuando has aprendido de la enseñanza recibida y es cuando comienzas a madurar, a estar maduro, y al igual que el fruto cae del árbol al estar maduro, del mismo modo lo hace el ser humano, se cae de su realidad, se la cuestiona para ordenarla desde lo cierto. 

De este proceso surge una profunda sensación de cambio vital basado en que es lo importante y necesario en la vida. Ciertas cosas desaparecerán y darán lugar a otras nuevas. 
En resumen, igual que Adán y Eva todos hemos mordido la manzana del árbol del conocimiento y nos hemos alejado del edén, de lo cierto de vivir...


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